El padre Lucas camina como todos los días impulsado por la inercia de la rutina por los pasillos del capitolio, Se detiene frente a la celda donde culminaban sus tareas diarias, al abrir la puerta viendo que la habitación estaba vacía se da la tarea de buscar al prisionero que se congregaba dentro, la celda estaba dividida por la oscuridad absoluta y las velas que desde afuera la llenaban con una escasa luz que se escurría por las rendijas de la puerta, ayudado por un candelabro se abría paso entre las sombras consternado y asqueado por el olor que despedía aquel lugar que se hacía cada vez más fuerte mientras más se acercaba a aquello que no pudo identificar sino hasta que se acercó lo suficiente como para ver una silueta esquelética que entre moscas y podredumbre, al sentir la luz que le aturdía gritó desconsolado sus últimos sollozos.

Horrorizado, deja caer su preciada carga y corre con la esperanza de ver la luz del sol aunque sea por última vez, mientras corría sintió una presencia que tras de el a toda velocidad, entre penumbras se acercaba cada vez más rápido a su encuentro, su corazón se aceleraba casi al ritmo al que rebasaba las linternas, cuando una criatura de dos metros, piel pálida y ropajes obscuros lo alcanzó con su afilada y rara dentadura y lo estremeció.

Forcejeando entre lágrimas y sangre, buscando su crucifijo el padre Lucas perdió el conocimiento cayendo en el más profundo sueño arropado solo por la sed de sangre.

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abelardo