A pesar de mantenerme en la temática establecida de la semana, intento que entre una foto y otra haya una diferencia de contexto, como si se trataran de universos distantes que se encuentran en un mismo espacio por la selección de un demiurgo (en este caso, del que las creó).
Cada imagen fotográfica de este post fue hecha hace más de un año, de cuando me arriesgaba más con la fotografía documental y salía a caminar solo buscando vidas que retratar. Hoy, lamentablemente, le temo más a esa práctica, como ya he mencionado con anterioridad.
Todas las fotos fueron hechas por mi persona. La cámara utilizada fue una Nikon D3200.
En primer lugar, un hombre alimenta con lo poco que tiene a unos perros, los que estaban más cerca de él seguramente recibían más perrarina que el resto... afortunadamente, en la actualidad tales perros se encuentran en mejores condiciones, pero eso ya es otra historia.
Cuatro niñas practican patinaje en Los Próceres, con una sincronización evidenciada en la distancia que hay entre una y la otra, quedando equilibradas con el encuadre, el cual no tuvo que sufrir ninguna modificación.
Por último, dos jóvenes que practican una coreografía en el Teatro Teresa Carreño. La luz del atardecer los baña como si se tratara de un spotlight que no hace más que destacar la felicidad del movimiento. Por otro lado, en la sombra, una niña camina con un estado emocional distinto, cabizbaja, con una luz tenue que la hace ser parte de la escena, aunque sea ajena al goce de los aparentes protagonistas.