Reflexiones desgarradoras II.

II

Ardiente como mi entrepierna, como las vuestras. Mi polla, sedienta de vuestros fluidos, quiero poner dentro de vuestros vírgenes cuerpos desnudos, faltos de estímulos vitales.

Estímulos pasajeros que impregnan nuestra felicidad sólo de forma ocasional, que dan sentido a nuestra terrenal existencia y que, ante la falta de los mismos, erupciona la tristeza convirtiéndonos en peleles de la sociedad.

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Sociedad corrupta, discriminadora, contaminada por mil males y consumida por el odio de unos pocos hacia una gran mayoría, contagiada de impurezas que nos llevan hacia el fin de nuestra propia existencia como especie.

Especie con un concepto equivocado acerca de la vida, de su propia existencia, de su relación hacia otros organismos vivos, que mata, destruye y que con sus actos se autodestruye.

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Bendita autodestrucción que haría de éste un mundo mejor, que mejoraría el planeta y procuraría que prosperase toda forma de vida gracias a la ausencia del ser humano, del poseedor del don de dar y quitar a su antojo lo que los demás poseen a espaldas del beneficio común.

Beneficio común, ¿Acaso alguna vez se ha tenido en cuenta éste? ¿No es más humano pensar en el beneficio propio aunque ello conlleve un mal ajeno? Lo común hace tiempo que dejo de importar, el mismo día que se impuso la individualidad.

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Para leer más:
Reflexiones desgarradoras I.

@simonmaz

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