Víctor, evitando dar detalles del lugar al que se dirigían, comenzó a contarle a Claudia sobre la relación con su madre. Sobre lo mal que se llevaban. Cómo su madre siempre intentaba controlarlo y lo reprendía por todo. Claudia no pudo evitar pensar en por qué él se tomó la molestia de presentarlas. Guardó silencio.
-Llegamos – dijo Víctor.
-No entiendo, Víctor. ¿De qué se trata?
-Ya te lo había dicho, quiero que conozcas a mi madre. Aquí descansa.
Claudia guardó silencio un minuto. Observó un lago, enmarcado por majestuosas montañas. Le vino a la mente la imagen de Víctor esparciendo las cenizas de su madre desde ellas.
-Ahh, ya entiendo. Qué tonta, jajaja – respondió finalmente Claudia.
Víctor ni se inmutó. Se acercó a la orilla del lago y se sentó. Claudia lo siguió y permaneció de pie junto a él. Tres largos minutos de silencio transcurrieron y Claudia decidió sentarse. Cinco minutos más de silencio hicieron que Claudia preguntara, sólo para escuchar un sonido además del viento:
-¿Dónde se encuentra ella exactamente?
-Exactamente debajo de nuestros pies. – Respondió Víctor, sin dejar de mirar el lugar señalado.
Claudia se sintió confusa de nuevo. Imaginó todas las trayectorias posibles que pudieron recorrer las cenizas.
-Así que fue un día de viento.
-¿Día de viento?- Preguntó Víctor, girando la cabeza hacia ella.
-Claro, para que las cenizas llegaran tan lejos.
-¿Cenizas? – Preguntó él nuevamente.
-Las cenizas de tu madre, Víctor. ¿Qué te pasa? Andas en otro planeta.
-Claudia, mi madre no fue cremada. – Respondió él, con seriedad.
Claudia sintió un escalofrío. Cayó en la cuenta de que no sabía cómo había muerto la madre de Víctor. Al cabo de un momento, preguntó con timidez:
-Víctor, ¿cómo murió tu madre?
Víctor se limitó a observar el lago, pensando si no habría sido un mejor lugar de descanso para su madre.
Relato escrito para el Concurso #Fotocuento de @rahesi.