Era todo un reto ir a su casa todos los días, y verla allí, inmóvil, como muerta en vida. Sus sentidos se habían ido, tristemente para no regresar. Solo su audición le acompañaba y, por ahora, la atesoraba y permitía, junto con sus pensamientos retener en su mente algunas vivencias diarias. No era permitido hablar de su estado, por eso de que la mente es poderosa y puede más que una enfermedad acabar con alguien. Sus familiares la veían, atendían y cuidaban hasta donde sus circunstancias les permitían. Su amado esposo, fiel, estaba allí, contemplando a la que por muchos años a estado a su lado, ahora luchando contra un CANCER agresivo que la consume lentamente. Hoy muy temprano, salí a visitarla como de costumbre, pero, hoy fue diferente. Necesité valor, pues, quienes se encargaban de curar sus heridas causadas por el tiempo en cama, no estaban dispuestas de salud. Hoy me tocó muy de cerca sentir como se le va a una persona la vida de sus manos. La impotencia y frustración me invadían, pero era necesario hacer la cura del día. No fue fácil, me sentí como al borde de un abismo, a punto de saltar, pues el miedo me arropaba. Al final lo hice, y pude constatar que a veces el miedo paraliza, aun estando uno lleno de vida. Pero también paraliza muriendo en cámara lenta, viendo como a otros se le apagan los días.

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