Así que conseguirlo ahorcado en su biblioteca había sido algo inesperado; todos en la mansión se encontraban agitados y nerviosos: tanto los sirvientes como los miembros de la familia que se encontraban el día del suceso. Se me había asignado este caso porque sospechaban que no era un "simple suicidio" sino un montaje o algo inducido; mi instinto de sabueso me decía que la respuesta estaba en mis narices, en esa habitación, por eso daba y daba vueltas y miraba y remiraba el lugar donde habían sucedido los hechos.
Interrogué a todos, pregunté cual era la rutina diaria del difunto y todos coincidieron en mencionar que pasaba largas horas leyendo en ese lugar , apoltronado frente a la ventana que daba al jardín...
Pero el prestigioso detective no se percató a pesar de su suspicacia, de un viejo y grueso libro que apenas si sobresalía un poco de los muchos otros que se afilaban en los estantes que habían en el estudio. Y era en ese libro precisamente donde se encontraba muy bien guardada la respuesta que buscaba y no por el libro en si, sino por lo que se escondía entre sus páginas...
