Daniela tiene seis años. Desde que nació su madre ha sido muy celosa con los cuidados de la niña. Nunca dejó que el padre le diera biberón o le cambiara pañales, mucho menos que la fuese a bañar, ni en la bañera ni en la ducha…
—Rafael, tú eres muy bruto para esas cosas…, es una de las frases predilectas de Leticia, su madre, para invalidar los intentos del esposo en la colaboración con los cuidados de la niña.
—Rafael, me vas a dejar la muchacha con jabón en el cuerpo o el cabello todo lleno de champú, ha sido la respuesta de Leticia cuando Rafael se ha propuesto para bañar a la niña en la ducha.
Rafael reconoce su falta de entrenamiento en esas áreas y ha dejado que Leticia decida por los dos, total, las que saben de esas cosas son las mujeres...
Desde hace dos meses la familia está de fiesta, les ha llegado un nuevo integrante, un varón. Siguiendo con una vieja tradición le han puesto el nombre del padre.
Rafael se ha encariñado mucho con el niño, ha soñado con darle el biberón, aprender a cambiarle los pañales o tratar de atenderlo de algún modo. Ante todas sus iniciativas la respuesta de Leticia ha sido la misma que cuando Daniela estaba pequeña…
— Rafael, tú eres muy bruto para esas cosas…—Si me descuido es capaz que me ahogas a Rafaelito con el tetero… —No, no inventes…, déjate de cosas, cuando sea hombre lo atiendes tú. Es la eterna letanía de Leticia…
La pequeña Daniela no entiende por qué su madre no deja que su papá pueda atender o cargar al niño. Ella no ve en Rafael ningún impedimento, nada que le pueda indicar que en realidad es incompetente para atender a su hermanito, tal como dice su madre.
La única forma en que Leticia deja que el padre cargue el niño es cuando está sentado en el sofá. Allí ella se lo acuna en los brazos y se lo deja por unos pocos minutos, siempre bajo su mirada vigilante.
Cierta tarde Leticia había dejado a Rafael con el niño cargado. Por un momento se ausentó a la cocina. En ese momento el padre sintió el irresistible deseo de saber cómo era eso de darle el tetero al niño. Miró a Daniela, vio el tetero con agua, y entre la niña y el padre surgió la complicidad. Sin que Rafael dijera nada Daniela le acercó el tetero. No habían transcurrido ni veinte segundos desde que Rafael colocara la tetina en los labios del pequeño cuando Leticia salió de la cocina. La escena casi la sacó de quicio…
—¡Qué haces Rafael… Me vas a ahogar el muchacho…!
Daniela miró a su madre y armándose de valor y desde su profunda inocencia le dijo amablemente…— ¡Mamá, deja que mi papá lo haga…! Leticia se quedó viendo a la niña, la expresión de dulzura que vio en sus ojos la desarmó. Con cuidado tomó asiento al lado de su esposo, mirando como la mano de Rafael se paseaba suavemente por la cabeza de su hijo mientras tomaba el biberón…
La cultura ha establecido una serie de roles para la mujer y el hombre, se cultiva la creencia de que hay cosas de hombres y otras de mujeres. En cierto sentido hay en eso algo de razón. Solo una mujer puede parir un niño, y solo una mujer puede amamantarlo. Esto es incuestionable.
Sin embargo, la crianza, cuando existe la pareja, puede ser abordada tanto por el hombre como por la mujer. En cualquier relación es muy sano que el hombre se pueda integrar en asuntos como el cuidado de los niños, lo que incluye darles alimento, asearlos, acompañarlos a dormir.
Aunque nos pueda parecer extraño mujeres como Leticia, que desconfían en la capacidad de los esposos para poder atender adecuadamente a los niños, son más de las que uno pueda imaginar. Quizá ellas nunca conocieron en su familia de origen la presencia de los padres, quizá vieron que sus madres también desconfiaban de la capacidad del varón. Sea como sea la pregunta es si tiene sentido perpetuar un modelo como ese.
Una niña como Daniela, que crece en un hogar donde ha aprendido que los varones no deben atender a los hijos cuando están pequeños, tiene muchas probabilidades de repetir ese modelo.
Los aprendizajes de la cultura no tienen que ser una camisa de fuerza. Las personas siempre tenemos la capacidad de aprender cosas nuevas y dejar de lado creencias inconvenientes.
Gracias por tu tiempo.
Daniela is six years old. Since she was born, her mother has been very jealous of her child's care. She never let her father give her a bottle or change her diapers, much less bathe her, neither in the bathtub nor in the shower...
-Rafael, you are too rough for those things..., is one of the favorite phrases of Leticia, her mother, to invalidate her husband's attempts to collaborate with the child's care.
-Rafael, you are going to leave the girl with soap on her body or her hair all full of shampoo," was Leticia's response when Rafael proposed to bathe the girl in the shower.
Rafael recognizes his lack of training in these areas and let Leticia decide for both of them, after all, women are the ones who know about these things?
For the last two months the family has been celebrating, a new member has arrived, a boy. Following an old tradition, they have named him after his father.
Rafael has become very fond of the child, he has dreamed of giving him a bottle, learning to change his diapers or trying to take care of him in some way. To all his initiatives, Leticia's response has been the same as when Daniela was little...
-Rafael, you are too rough for those things... -If I am careless, you might drown Rafaelito with the bottle... -No, don't invent..., leave things alone, when he is a man, you will take care of him. It is Leticia's eternal litany...
Little Daniela does not understand why her mother does not let her father take care of or carry the child. She does not see any impediment in Rafael, nothing that could indicate that he is actually incompetent to take care of her little brother, as her mother says.
The only way Leticia lets the father hold the child is when he is sitting on the couch. There she cradles him in her arms and leaves him for a few minutes, always under his watchful eye.
One afternoon Leticia had left Rafael with the baby. For a moment she was absent in the kitchen. At that moment the father felt the irresistible desire to know what it was like to give the baby the bottle. He looked at Daniela, saw the bottle with water, and between the girl and the father complicity arose. Without Rafael saying anything, Daniela brought the bottle closer to him. Not even twenty seconds had passed since Rafael placed the teat on the little one's lips when Leticia came out of the kitchen. The scene almost drove her out of her mind...
-What are you doing Rafael... You're going to choke the boy...!
Daniela looked at her mother and, plucking up her courage and from her deep innocence, she said kindly... -Mom, let my dad do it...! Leticia stared at the little girl, the expression of sweetness she saw in her eyes disarmed her. She carefully took a seat next to her husband, watching Rafael's hand gently roam over her son's head as he took the bottle...
Culture has established a series of roles for women and men, cultivating the belief that there are things for men and things for women. In a certain sense there is something right about that. Only a woman can give birth to a child, and only a woman can breastfeed a child. This is unquestionable.
However, parenting, when there is a couple, can be approached by both the man and the woman. In any relationship it is very healthy for the man to be involved in matters such as caring for the children, which includes feeding them, grooming them, and putting them to bed.
Although it may seem strange to us that women like Leticia, who distrust their husbands' ability to adequately care for the children, there are more of them than one can imagine. Perhaps they never knew the presence of fathers in their family of origin, perhaps they saw that their mothers also distrusted the male's capacity. Be that as it may, the question is whether it makes sense to perpetuate such a model.
A girl like Daniela, who grows up in a home where she has learned that boys should not take care of children when they are young, is very likely to repeat that model.
Cultural learning does not have to be a straitjacket. People always have the capacity to learn new things and let go of inconvenient beliefs.
Thank you for your time.
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