“Son las diez de la mañana y aun los rayos solares no terminan de calentar la zona baja de los árboles, la temperatura aun se mantiene como si fuera de madrugada, es muy agradable caminar en esas condiciones.
Esta experiencia la vivía cada vez que hacía senderismo en las montañas de los Altos de Sucre hace más de 20 años atrás, entonces observando la naturaleza, entendía la importancia de los árboles para el equilibrio climático, ahora todo es diferente, la acción del hombre ha cambiado al clima drásticamente.
Los árboles con más de 10 metros de altura protegen la superficie terrestre del inclemente calor que se origina por los rayos solares, forman una inmensa capa protectora vegetal, demorando el aumento de la temperatura durante las primeras horas de la mañana. En éstas condiciones, los rayos solares apenas tocan la copa de los árboles, las aves más grandes se posan en ellos para calentar su plumaje y cantarle al alba. En la zona media, otras aves más pequeñas empiezan a alimentar a sus polluelos, en esa zona aun se mantiene el frío nocturno al igual que en la superficie de la tierra. Cuando ya han pasado unas cuatro horas, ya la humedad y el frío de la madrugada se ha disipado de la parte alta de los árboles, entonces en la superficie, ya empezamos a sentir el calor, la temperatura va en aumento y el clima cambia.
Imaginemos a un Ávila desolado y a un amazonas sin árboles, ¿Qué ha pasado?, ¿Qué sería de la humanidad sin los árboles?



Siguiendo con mi proyecto: “Vestiremos al Planeta de Verde Vegetal”, salí el primero de mayo nuevamente de mi casa con otra guerrera verde, una Ceiba de aproximadamente un metro y setenta centímetros de alto rumbo al parque Andrés Eloy Blanco. En esta oportunidad el clima estaba normal, un día anterior ya había realizado el hueco y me propuse a trasplantarla, opté por realizarle un círculo protector de piedras con sus correspondientes plantas de cactus a su alrededor.


