Estimados amigos, dejo para la bondad de sus lecturas otro de mis poemas ilustrados. No es un poema bonito, pero también de las pesadillas habla la poesía. Nos habla con su lenguaje, a veces tormentoso. No tengo claro por qué este lenguaje se me hace cercano. La propensión siempre ha estado allí, desde la infancia y ha acompañado momentos muy felices, pero también se ha expresado con dolor y horror.
De manera similar ocurre con la ilustración. El tema busca su forma y yo intento atraparla. Casi siempre de manera insatisfactoria. Es una búsqueda que no cesa.
Supongo que, al final, todo es parte de lo que necesitamos decir.
Tal vez no es lo que quieres escuchar, pero, ¿quién sabe?
Quedo agradecida.
Pesadillas
De tiempo y polvo son tejidas.
Del eco de las voces que hemos olvidado.
De los jirones de un grito cerrado
y del humo fugitivo de la quema.
También de la sombra que escapa en la noche
y del filo de la navaja artera.
De lo que nos sustrajeron de la médula
y de la muesca del hueso condenado.
Son del frío que dejó la nieve
bajo la planta errante y muda.
Del último vuelo de un colibrí.
Pertenecen al viento silbador de la huida,
al hilo roto que nos ataba a la vida,
al jirón que cuelga del desgarro
y a la costra sustraída de la herida.
Son de los temores renovados,
hechos de un golpe más que de olvido.
También del espíritu barbado
que acecha el crepúsculo de sombras coronado.
Pertenecen al foso del fulgor extraviado
de la voluntad de la luz;
y del silencio profundo
vuelve sus pasos al pecho llagado
por las miserias que recoge del mundo.
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