Ella irradiaba alegría
a donde quiera que iba.
Su risa contagiosa
iluminaba cada habitación.
La familia decía que
sin ella faltaba la felicidad
en el hogar.
No tenía forma de ser distinta.
Con su hermoso carácter,
sus palabras amables y
su buen humor, alegraba
los corazones de quienes
la rodeaban.
Ayudaba, era amiga, confidente.
Siempre fiel y dispuesta.
Se sentía a gusto en todos
lados y la invitaban
con frequencia, felices de tenerla.
Sus días estaban llenos
de momentos felices.
Todos escuchaban
atentos cuando ella
hablaba.
Los hombres quedaban
embelesados con su
presencia, deseosos
de tenerla. Pero ella
no era de nadie,
pues buscaba a su
príncipe azul.
Todo parecía color
de rosa. Tenía todas
las muñecas que
deseaba, el set
completo de pinturas.
Y estaba llena de amor.
"Me siento tan bien,
tan feliz", solía repetir.
Hasta que finalmente
despertó. Todo había
sido un sueño.
Nada era cierto ni real.
Su subconsciente
había tratado de
concentrarla en sus deseos,
en sus sueños.
La dejó soñar y sentirse
feliz por un momento.
