Recuerdo en la alborada.
Nada como esos ojos tan despiertos
que apenas despuntando el sol del día,
con entusiasmo y al amor abiertos
me daban brillo para la alegría.
Eran oasis para mis desiertos
que entusiasmaban la existencia mía
mientras que con su voz daba desiertos
que aminoraban la melancolía.
Así era el amor que siempre soñé,
que llenara momentos con la fe
y dibujara el mundo en su mirada.
Nada como esos ojos tan bonitos
que estaban dibujándome infinitos
para volver eterna mi alborada.
