
Las Nuevas HijasLa noche cayó y el frío se colaba hasta mis huesos. La luz de la luna bañaba la entrada de la gruta. Me indicaba que me esperaban. Los primeros metros los recorrí en total oscuridad, ajena a lo que más adelante me podría encontrar. El aire era denso y lo inundaba un ligero olor a moho. De la nada, me topé con unas antorchas, iluminaron mi camino hacia el interior de la tierra, hacia donde me esperaban. De las paredes y los techos colgaban telarañas, podía ver criaturas de ocho patas escabulléndose entre las grietas. Algunas caían sobre mí, dándome la bienvenida. Descendí por unos peldaños de piedra, y una recamara rectangular apareció ante mí. En cada esquina había un acólito, todos encapuchados. En el centro se encontraban otras tres mujeres. Como la mía, sus caras estaban inexpresivas. Me esperaban. Con las cuatro en el centro, cada acólito se aproximó, tendiendo a cada una un bol con un espeso líquido lechoso. Todas ingerimos del líquido, y esperamos. Comencé a sentir el cambio dentro de mí. Su veneno recorría mi cuerpo, caí de rodillas. El punzante dolor era lo de menos, este es el momento que estaba esperando. Atenea la maldijo hace mucho tiempo, ahora era su momento. Y nosotras fuimos elegidas. La carne de mi espalda se abrió, tres protuberancias brotaron de cada lado. Mi boca se dislocó, dando paso a colmillos. Éramos las nuevas hijas de Aracne. Y nuestras hermanas más pequeñas habitan en cada rincón. En tu hogar las encontrarás. |
