Los cálculos me fallaron, las visitas aumentaron y el café simplemente se acabo antes de llegar al día de compras. Que tormenta paso por mi mente, si tan solo no hubiese servido tanto. Viene el arrepentimiento otra vez. Se me nublan la ideas.
Y es que nosotros los venezolanos tomamos café hasta cuando nos bañamos. Si salgo a barrer y las vecinas me ven, parece un buen motivo para tomar café. Son instantes para contarnos las últimas de la manzana. Total cada vez somos menos los que quedamos en la zona.
Las opciones entre pedirle a la vecina (mi sobrina) o salir a las 9 de la noche a comprar en la china que cierra tarde en la noche.
No pudo dejar dominar mi vida por este negrito sabor, pero reconozco la debilidad presente en mi cuerpo, el cual se vuelve débil ante su presencia inigualable.
Los dolores de cabeza retumban ante su ausencia las veces que se me acaba en la alacena. Son pocas veces las que he permitido su ausencia, porque corro veloz a buscarlo como sea, ante la posibilidad de sentirme mal todo el día.
Parece una llamada de auxilio, ya hasta dibujo café por todos lados de la mesa.
Salir a la calle a esa hora me dio terror, las cosas no se vuelven fáciles cuando se acerca el mes de diciembre, cuando parecen aumentar los amigos de lo ajeno.
Se que puedo aguantar una mañana sin café, desayunando bien, puedo alargar mi agonía hasta salir a realizar las compras de alimentos en la mañana. Ya me imagino con la bolsa de café en la mano y la taza en la otra.
Así que la prueba fue superada y el malestar no se llego a presentar, no estoy tan adicta al café como llegue a pensar. Pude aguantar sin salir a pedir, ni a comprar. Que embrujo posee este liquido caliente que nos refresca la sangre, mientras escribimos silentes, despeja las mentes y vemos sin lentes.
Ya voy retomando mi ritmo de trabajo, atrapando fotografías e historias, sintiéndome mejor ante la cercanía de la navidad.
De alto valor esta frutilla rojilla y luego semilla tostada, que vino a ser descubierta por alegres cabritas saltantes. Ya llego mi café tendré que ahorrarlo en la semana, menos charlas barrenderas y más conversas de whatsapp. Los chismes nunca descansan.
Ya me llegan los mensajes, alguien ajeno esta caminando por el techo, menos mal que tengo café para velar un buen rato, café y silbato mis mejores armas esta noche. Somos cafeseras de armas tomar.



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