El caso de Helena.
La sombra sobre ella fue transformando progresivamente su cuerpo de una manera tanto singular, como atroz. Ya no parecía un ser humano, sino una criatura del Tártaro, su piel se tornó grisácea y sus ojos estaban tan hundidos hasta el punto de desaparecer.
Su cuerpo se alargaba y estaba cada vez más delgada, no podía hacer nada sino mirar despavorido como los vestigios de su humanidad se consumían por completo. Hasta que llegó aquél día, que convirtió mi mente en un caudal de horrores. Había amanecido, me quedé dormido en la sala y un ruido muy fuerte que provino del cuarto me despertó.
Me asomé temeroso para ver a Helena, pero lo que vi, me desintegró por completo de la realidad. Aquella monstruosa, grotesca, larguirucha y esbelta criatura, me miró con sus ojos sin pupila pero que al momento de ponerse erguida se desmoronó en material viscoso y carmesí, disolviendo el piso inmediatamente.
Desde entonces no he sido el mismo Catalina, y ese recuerdo tortuoso no me dejó seguir adelante, decidí purgar por completo todo indicio de ese día, y me temo, que lo haré de la peor manera.