— Robert Burton
Esta noche parece ser la más fría de todas. Las sombras se reúnen en esta habitación para atestiguar otra lúdica batalla entre el bien y el mal. Este cuerpo que he poseído y obedece mi voluntad, se adiestra perfectamente a mis limitaciones en el mundo terrenal. Mis ojos están cerrados pero escucho que los presentes entran a la habitación con el único hombre que supuestamente es capaz de desafiarme.
Un exorcista de gabardina negra, y con la mirada tan fría como el aire de esta noche, comienza el ritual sacando su biblia y parafraseando extensos versículos. Fue ahí cuando la batalla comenzó. Mi ira se incrementa y me suspendo en el aire como a unos dos metros de la cama. Abro mis ojos hasta el límite, revelando mis penetrantes ojos amarillos de serpiente. Mi cuerpo se estremece al mismo tiempo que la habitación. Las paredes se expanden y se comienzan a agrietar.
Los presentes temblaban despavoridos al contemplar una muestra de mi terrible y vasto poder. Las alimañas rastreras —insectos, arácnidos y reptiles— comenzaron a brotar del suelo para acudir al llamado de mi bramido infernal. El exorcista recitaba sus conjuros y plegarias sagradas, las cuales fueron tragadas y luego rechazadas por mi malignidad. Me mofaba a carcajadas por los inútiles intentos del exorcista por intentar contrarrestar mi maléfico poderío.
Parecía que tenía la batalla ganada, hasta que, el exorcista me roció con agua bendita que había sacado de su gabardina. Iba a mofarme de nuevo por ese innecesario y desesperado intento, pero empecé a sentir una pérdida de control en mis habilidades. Dejé de estar suspendido y caí en la cama en un chasquido. Aquello no era agua bendita común y corriente, era algo más sobrenatural. Era agua bendecida por una cruz de plata sagrada que fue hecha con un fragmento de la espada de San Miguel, príncipe del ejército celestial.
Reuní las pocas fuerzas que me quedaban e hice creer que estaba vencido. Las sombras murmuraban sobre la batalla, pero me conocían y sabían, que mi venganza sería la más mortífera y horrenda. Me quedaré aquí esperando, hasta la siguiente noche, voy a arrastrarte al infierno, exorcista.
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