#Filosofía: Huella

La huella no se marca sin la sal, sin los peces

La huella está donde alcanza la vista. Puede, de repente, perderse en un meandro cotidiano. Queda allí, mascada. Nos recuerda.

La huella puede al mismo tiempo ser rastro, como esas escenas de cacería en una cueva, pero sin la especulación de haber sido la primera impresión, sino más bien una huella de tantas. Señal, marca de huída, del haber estado. Seña en algunos casos, de identidad.

La huella pertenece, al mismo tiempo que animal enjaulado, impronta de un momento.

Puede que hagamos el ejercicio de golpear a otro, ahí queda aunque no sepamos: la huella. Conformará futuros sacrificios y resentimientos. Lo sabemos muy en el fondo. Somos vehículos, móviles arquetípicos, no podemos dejar de contener modelos, formas, principios, estructuras, pre saberes y la huella es una metáfora de esto.

Cuando digo: “la huella está donde alcanza la vista”, puede que me refiera a toda acción humana sobre la naturaleza, al tiempo en que puede que me refiera a una dimensión divina, la huella de la divinidad en todo.

* * *

Me gustaría poder dedicarme deshacerme de tanta secularidad que me ha sido inscrita por Occidente. Para confiar más en mis dioses internos y externos. Estos son los que dan forma a la huella en tanto han sido construcciones propias a través de milenios. Son subjetivación de nuestras pulsiones.

Si cada ciencia tuviese la humildad de reconocer lo que han asimilado de cada saber no científico, como quien dice, otro gallo cantaría. Otro dios cantaría. Otra huella cantaría.

La huella está donde alcanza la vista, me resonó como verso mientras veía los meandros de dos grandes ríos, en las alturas que solo pueden permitirnos semejante espectáculo cenital, como si pudiésemos ser dioses por un rato, viendo nuestra propia huella, humana y divina.

* * *

Nos leemos mañana.

@hipertextual

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El collage que acompaña este texto es obra del autor
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