Sé que el título podrá sonar extraño, pero hace 6 años ya que me mudé al apartamento donde ahora vivo con mi mamá y mi hermano, y sorpresivamente esta es la primera vez que pasamos juntos la navidad aquí. Toda mi familia es del estado Táchira, aproximadamente a 12 horas de mi ciudad natal Maracay, la ciudad adoptiva que eligieron mis padres y donde nacimos mis hermanos y yo. Esto siempre nos mantuvo un poco distante de nuestros familiares, que veíamos una o dos veces al año por vacaciones o fiestas e hizo que nuestro núcleo familiar siempre fuese pequeñito.
En realidad viajar siempre fue una gran experiencia, significaba salir completamente de nuestra rutina y reencontrarse con los nuestros. Los encuentros con la familia después de tanto tiempo sin verse son interesantes, al principio todo es algo incomodo pero al rato parece que no hubiese pasado ni un día y todo es recuerdo y risa. Siempre he pensado que eso de haber estado tan distante (geográficamente) de mi familia definió una parte importante de mi personalidad, el no pertenecer completamente a un lugar porque gran parte de ti está a la distancia siempre hizo que me sintiera un poco inestable con respecto a mi identidad.
Ahora lo llamo tener un "corazón errante", cuando le hablaba a un amigo sobre esto y le explicaba que era de Maracay y ahora vivía en Caracas pero toda mi familia es de Táchira me dijo "pero es que eres errante". Me encantó que tuviese esa reacción, yo nunca lo había visto así, pero así es como lo siento.
Todo esto lo cuento porque estas realmente fueron unas navidades extrañas, ya de por si quedarse en Maracay durante el mes de Diciembre se siente bastante extraño, no deja de parecer como que falta algo. Y es que faltan muchísimas cosas, pero sobretodo falta el ánimo. Esto es algo que se nos ha arrebatado por completo y con toda la razón lo hemos perdido.
Borrar, en lo que cabe, esta falta de ánimo colectiva era mi propósito principal para estas navidades, que aunque la situación nos alejara una vez más de nuestros familiares, de nuestras costumbres y de muchas cosas más, se sintiera que a pesar de todo todavía se podía dar un regalo, todavía podíamos pasar un rato agradable y que nuestro núcleo familiar pequeñito todavía seguía unido.
Celebramos tranquilos nosotros tres la noche buena, casi obligué a mi mamá y a mi hermano para que se arreglaran y vistieran bonito (esto es poco común en muchas partes del mundo, pero nosotros acostumbramos estrenar ropa en estas fechas). Pudimos comprar un Pan de jamón y gallina para completar el plato Navideño tradicional de Venezuela. Me hizo muy feliz poder hacerles regalos a mis familiares, poder regalarme la cámara, gracias a mi esfuerzo, por no permitir que la adversidad me venciera y siempre buscar (y por suerte encontrar) maneras creativas por las cuales sobrellevar la angustia o el dolor.
Mirla Moreno, La Grita.
Maracay, 2017.
Steven Espinel, Maracay.
Maracay, 2017.
Me llena de esperanza y motivación el año 2018, cumpliré 20 y ya he alcanzado muchos de los objetivos que me planteaba para esta edad (soy una control freak y me la paso pensando en qué haré después), así que me entusiasman las próximas aventuras, los nuevos conocimientos, las nuevas personas que conoceré, todo lo que fotografiaré. El siguiente año espero sea de todavía más crecimiento como artista, como estudiante, como profesional y como persona, porque si algo entendí este año y ahora refuerzo con lo que me ha sucedido en Steemit es que, sí, crecer individualmente es importante, pero corres el riesgo de no llevar al máximo ese crecimiento si no lo compartes de una manera desinteresada, con amor y con el único propósito de querer lo mejor para el otro.
No me voy a cansar de agradecer por todo lo malo (que son experiencias) y todo lo bueno (recordatorios de que todavía queda mucho por aprender) que me ha sucedido este año.