Caracas, sé que te escribo a ti, repetida veces, como enamorada empedernida; pero, es que tienes tantos momentos entrañables, tantas historias por contar que nunca me cansaré de hablar de ti.

Siempre te atesoraré, con el bullicio de las horas pico, los viejos danzando a las 3 de la tarde, el cafecito mañanero con la galleta María mojada en él, las quejas de todos los días, la gracia de todos nosotros ante una situación de crisis, el acompañamiento perfecto de una empanada con una malta en tus manos, las campanadas de las iglesias del Centro, por la limitada arquitectura de tendencias europeas, el olor de una arepa asada, las guacamayas y loros gritando en el cielo y entre otras cosas que a pesar de que algunas sean malas y me molestan; sí, es raro decirlo, pero extrañaré vivir en el caos.

Siempre te escribo y te retrato porque no sé si el día de mañana ya no estaré en tus cálidos abrazos. Siempre intento dejarte todo lo bueno que necesitas de mí y tú, me das tu bellas edificaciones y calles que de pequeña estoy acostumbrada a ver.

Gracias Caracas por dejarme vivir y conocerte. Gracias Venezuela por existir; a pesar del caos y de las personas que no han sabido valorarte y cuidarte. Yo siempre te recordaré, mi ciudad natal. Siempre seré tuya, Caracas mía.