“Cuentos para asustarte: Concurso de relatos inspirados en mitos y leyendas latinomericanas –Siempre regresan”.

Siempre regresan

Solo venía en las noches; la estupidez de esos años de mi vida me hacía esperarlo despierta, ansiosa: “Hoy no vino”. Dormía las últimas horas de la madrugada, tomaba un café y salía a la calle a buscar en el calor de la gente alivio a mi soledad.


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Era impredecible, llegaba cuando menos lo imaginaba, me utilizaba, casi sin palabras, comía, se fumaba uno de mis cigarrillos y se iba; y yo trataba de atenderlo por miedo a que nunca más volviera.

Cuando le dije de mi estado ni se inmutó; pero luego me miró de una manera que no lo había hecho nunca y me dijo: “¿Estás segura?”. Sentí en esa mirada y en el tono de su voz: una sentencia. Me reí, caminé desnuda hasta el espejo para que viera mi cuerpo y le dije que era una broma.

Por eso lo hice, para no dejar de gustarle.

Y de todos modos no regresó jamás, las noches se llenaban de cocuyos que me asustaban, los ruidos de la oscuridad me abrazaban, el viento que se colaba por las rendijas me hablaba de mi culpa, las sombras me torturaban diciéndome que no debía haberlo hecho, yo me defendía gritando que lo hice a tiempo, que aún era insignificante. Pero igual tenía que prender la luz para poder dormir.

La primera vez que los vi tenía tres meses sin dormir, caminaban en punta de pie, eran lindos, si no fuera por esas orejas grandes y puntiagudas de murciélago parecieran unos angelitos.

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Los vecinos me recogieron en el jardín, me contaron que esa noche pegué gritos espeluznantes, me llevaron al hospital y allí me dejaron recluida.

Siempre regresan, en el silencio de mi noche interior siguen caminando con los deditos gordos de sus pies, como bailarinas flotantes; me tocan con su piel de rosa, huelen a fragancia para niños, se halan sus orejitas puntiagudas, me halan las cobijas del alma y me cuentan que siempre estarán allí.


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Este relato está inspirado en la leyenda de los Chinamitos de la isla de Margarita.

En esta isla se tiene la creencia de que los niños al morir si no han sido bautizados o son niños malignos, quedan vagando en el mundo de los vivos y se dedican a llamar la atención de otros niños, pues no tienen muchos compañeros con quien jugar para toda la eternidad. Cuentan algunos pobladores que los chinamitos tienen aspecto de niños normales, pero cuando caminan lo hacen con la punta de los pies y ocultan sus orejas puntiagudas con el cabello.


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