Cuentos para asustarte: Concurso de relatos inspirados en mitos y leyendas latinomericanas – Cuando Rubén dejó las putas y adoptó un perro

El Silbón, uno de los espantos más conocidos de Venezuela y Colombia; cuenta la leyenda que es un espanto que se distingue por sus silbidos (de allí su nombre), por su extraordinaria estatura y por cargar un saco de huesos que resuenan a su paso.

El Silbón es un alma en pena condenada a vagar cargando los huesos de su padre, al que asesinó en venganza de la muerte de su propia esposa. Su abuelo, al descubrir el asesinato de su hijo a manos del nieto, torturó al asesino, desollando su piel a latigazos para acto seguido lavar sus heridas con caña clara y ají, soltándolo luego, ensangrentado y desfallecido a perros rabiosos que terminaron la labor. Por eso, teme a los perros, al ají y a los látigos.



Fuente


Cuando Rubén dejó las putas y adoptó un perro.


—Chamo ¿y ese perro? 

—Es mío, lo tengo desde esta mañana.

—Estás loco Rubén, ¿siempre andas limpio y te compras un perro? Mira, ¿cuándo volvemos pa donde las chicas malas?

—Noooo hijo, yo para allá no vuelvo ni que me paguen. Sé que estaba rascao y todo, pero más nunca voy. Y no compré al perro, lo encontré esta mañana y me lo traje.

—Si eres cagado chamo, estás acá, así que no te pasó nada.

—¿No me pasó nada? Tú estás loco, más nunca vuelvo.

—Si hablas pendejadas, ahora me vas a decir que te robaron.

—¿Qué me van a estar robando? Si no vi ni a un gato en la calle, estaba sola y oscura como boca de lobo. Iba caminando doblado de la pea, apoyándome en la pared y te lo juro que cuando oí esa vaina se me pasó todo.

—Jajajaja que bolas, ahora me vas a decir que escuchaste a la Llorona o a la Sayona, claro, en el centro, la Llorona pegando gritos por sus hijos y los vikingos durmiendo la pea al lado, claro, claro.

–Que llorona ni que llorona gafo. Te juro que escuché al silbón. ¿Quien más va a estar caminando de noche por ahí silbando?

—Nadie, porque lo que cargabas era rolo de pea y te imaginaste toda vaina.

—No en serio, te lo juro, por mi madre santa que escuché esa vaina, se me pasó la pea de una y corrí a la casa.

–Ajá, ¿eso es todo? Escuchaste un silbido y corriste llorando como niñita.

–No chamo, no lloré, pero de vaina. Eso sí, pegué la carrera, rezándole a medio mundo, hasta a la abuela mía que era medio santera le recé a ver si me salvaba. En serio, con esas vainas no se juega.

—JAJAJAJAJA, andabas bien cagado para ponerte a rezar ¿no? y ¿después que pasó?

–Bueno llegué a la casa, cagado y sudando, me costó abrir la puerta para entrar y casi me revienta el pecho del corazón brincando, entré y cuando cerré la puerta vi una vaina rara.

—¿Que viste pues?

—Coño, no sé si es que estaba cagado o los mismos nervios, pero mientras cerraba vi un poste nuevo frente a la casa.

—Coño chamo, si que estabas rascado, ¿un poste nuevo en Venezuela?

—Eso pensé, pero cerré la puerta y me metí, en la mañana ya no estaba y ahora creo que no era un poste, chamo, ¡lo que vi era una pierna del Silbón!



Cuento escrito en marco de "Cuentos para asustarte: 1er Concurso de relatos inspirados en mitos y leyendas latinoamericanas" organizado por la extraordinaria @marlyncabrera, participa, chequea las bases acá.

¡Aún tienes tiempo!



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