Me puse a trabajar y se me hicieron las cuatro de la mañana, por lo que sabiendo que tenía que estar activa a las cinco siendo mama, decidí quedarme despierta para evitar la horrible ilusión de dormir profundo y tener que despertar.
Como todas las mañanas de lunes a viernes, me puse presta en la cocina a montar café, extender las arepas en el sartén y poner en marcha lo referente al almuerzo que se va al trabajo. Desperté a mi hijo con la temática de besos primero, gritos después... Y corrí por la casa detrás de él verificando los dientes, el pelo, el uniforme, los zapatos, la tarea, ect.
Ya a quince para las siete salí de la casa cansada sin haber empezado el día, y en ese instante fue la magia, mi pedacito de gente estaba parado en la reja de salida, me mira detrás del cristal de sus lentes y extendiendo la mano me ofrece con cuidado lo que posa encima de ella, y me dice... "Mira mama un corazón para ti, te amo…"
