
La Casa Grosseto ha sido el lugar de encuentro predilecto para todos aquellos que a lo largo de 40 años han buscado consuelo ante la pérdida de sus seres queridos. Marcello, un hombre de 80 años, es el responsable de que este hecho sea una realidad.
Sus capacidades únicas como médium de la llamada Transcomunicación Instrumental (TCI) le han permitido comunicarse con aquellas voces que se encuentran en un lugar muy, muy lejano, gracias a una vieja radio que conserva de sus padres.
Todas las noches enciende la radio a la misma hora, 8:03 para sintonizar a las voces del más allá, aquellas que todos los asistentes a la pequeña sala de La Casa Grosseto escuchan expectantes ante la posibilidad de comunicarse con las almas de aquellos que ya no están entre nosotros.
Estas sesiones duran dos horas aproximadamente, llenas de esperanza, lágrimas de alegría y la posibilidad de recobrar de nuevo la vida de aquellos que viven como almas en pena en este mundo terrenal. Después de todo esto, Marcello apaga la radio y despide amablemente al público presente para descansar ante las extenuantes fatigas que le genera el poder hacer contacto con estas voces, a las que llama los comunicadores.
En esta noche del 13 de abril nada fue diferente, tal y como había ocurrido durante tantas décadas. Por lo menos así lo pensó Marcello.
A lo largo de toda la casa había distintas radios a través de las cuales Marcello practicaba sus encuentros con los comunicadores. Este hecho nació con la perdida de su esposa e hija en un fatídico accidente automovilístico cuando él contaba con 40 años de edad. Un dolor que le quebró el alma y lo sumergió en una profunda depresión, hasta que por casualidad el ruido blanco que sintonizó por accidente entre dos estaciones de radio, le permitió captar una señal que jamás olvidará. Una que lo ha acompañado a lo largo de todo este tiempo: el susurro de la brisa que precede al encuentro con las voces. Y este primer encuentro fue con su esposa e hija, quienes le hablaron sobre su talento y su deber de ayudar a otros para comunicarse con sus seres queridos.
Marcello verificó que todas las radios y luces de la casa estuvieran apagadas, después de lo cual se acostó agotado en su cama para descansar y prepararse para la siguiente jornada.
A pesar de su profundo sueño, comenzó a escuchar el susurro de la brisa en la radio del baño de visita que está fuera de la habitación en medio del pasillo. Esto lo inquietó mientras dormía al escuchar voces en coro que le decían in crescendo y de forma reiterada: - La hora está próxima, la hora está próxima, la hora está próxima...
El tormento de estas voces fue tal que Marcello se despertó con un gran sobresalto, bañado en sudor y con un leve goteo de sangre en uno de sus orificios nasales.
Por el susto ante este suceso, fue corriendo al baño para verificar lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, se percató extrañado que no había tal sangrado, ni manchas en su ropa. Aprovechó de verificar la radio del baño, pero la misma se encontraba apagada.
Al llegar a su cuarto verificó la cama; tampoco había huellas de sangre. Todo había sido parte de un sueño. O por lo menos eso pensó.
Cuando se acomodó para seguir durmiendo, escuchó a lo lejos la radio de la sala. Hecho imposible, dado que había cerrado sus puertas como todas las noches y de paso, apagado la radio.
Molesto se levantó de la cama y caminó sin prisa, casi como arrastrando los pies hasta la sala. A medida que se iba acercando la intensidad de la radio era mayor. Efectivamente, una de las puertas de la sala estaba abierta, hecho aún más extraño. Antes de entrar en este espacio, parcialmente oscuro e iluminado con la luz de la luna, se preguntó: - ¿será que alguien entró a la casa, uno de esos padres inquietos, obsesionado con escuchar la voz de su hijo?
-¡Imposible! -se dijo- Esto jamás ha ocurrido en 40 años.
Un frío sudor empezó a recorrer su cuello de forma inesperada. Un hombre que habla con muertos, jamás ha tenido miedo ante lo desconocido. Pero esta noche, sentía, algo era diferente.
Una sombra pasó fugazmente frente a sus ojos en el interior de la sala, lo que lo hizo dar un paso atrás de la impresión. De susto gritó: - ¡Ajá! Te vi desgraciado… ¡Sal de mi casa o te saco a patadas!
Al no haber respuesta alguna, se armó de valor y encendió la luz de la sala. Al ingresar a la misma con sumo cuidado, por seguridad, se percató que no había nadie en ella, solo estaba encendida la vieja radio con su característico ruido blanco. Se aproximó e inclinó a ella para apagarla. Al darse la vuelta vio algo que lo llenó de terror, algo incomprensible ante sus ojos, algo que no era de este mundo… Algo que no se puede siquiera describir aquí por el horror que ello representa. Su corazón latió tan fuerte por la grotesca impresión que estaba viendo, que al final exhaló su último suspiro. Marcello se había ido, mientras su cuerpo se quedó durmiendo soñando la eternidad de las voces que le decían: - La hora está próxima.
Ahora la voz de Marcello reposa en algún lugar oscuro de una radio con ruido blanco esperando ser escuchada ante la incesante llamada de auxilio.
Marcello, ya no descansa en paz.
PD: si sintonizas alguna vez el ruido blanco que se genera entre dos estaciones de radio, por favor, presta atención, podrías escuchar el llamado de Marcello. Te pido que no pases a la siguiente estación, intenta comunicarte con él, puede necesitar tu ayuda.








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