Resulta extremadamente difícil comprender que la felicidad, ese estado idílico que todos pretendemos alcanzar, pero pocos lo consiguen, es una condición íntimamente relacionada con el ser. Durante toda nuestra vida esperamos con ansias llegar a este paradisíaco destino sin darnos cuenta de que es un trayecto y no un punto de llegada. Equivocadamente, creemos que la felicidad se encuentra en el exterior, en las cosas materiales y logros personales. Pocos son lo suficientemente sabios y perspicaces para advertir que esta esquiva condición yace en nuestro interior, en las cosas más simples, en la manera en que decidimos interpretar los eventos que ocurren en eso que llamamos vida.
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El brillante psiquiatra, Viktor Frankl, sobreviviente del Holocausto y autor del libro «El hombre en busca de sentido» nos dice que el sufrimiento ocupa toda nuestra alma y conciencia sin importar si este es mucho o poco. Por consiguiente el «tamaño» del sufrimiento es absolutamente relativo, de lo que se deduce que la cosa más insignificante puede originar las mayores alegrías.
«Conoce el "porqué" de tu existencia y podrás soportar casi cualquier "cómo"». – Viktor Frankl
Definitivamente, la vida no es color de rosa, todos tenemos problemas más o menos graves. No podemos pretender poner buena cara a todas las circunstancias que enfrentamos, tampoco debemos dejarnos llevar por esa corriente de positivismo que lo único que hace es postergar o enterrar las emociones que nos producen las situaciones desafortunadas, reemplazándolas por pensamientos positivos que, como he dicho en otras oportunidades, buscan cubrir con miel la amarga hiel. Cuando ignoramos las emociones desagradables, estas terminan por controlarnos.
La felicidad en tres pasos
La felicidad, al igual que cualquier otra virtud, requiere de perseverancia para que se convierta en un hábito. Enseguida hablaremos de los pasos que podemos poner en práctica para que la felicidad, en lugar de ser pasajera, se convierta en una condición duradera.
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1) Haz realidad la felicidad
La felicidad no se trata de ser optimista o positivo todo el tiempo. Es una condición que debe cultivarse y aprehenderse. La ciencia ha demostrado que la felicidad es una de las mejores defensas contra las dificultades. Nos permite desarrollar resiliencia, cualidad que evita que nos quedemos atrapados en un estado negativo, dándonos una perspectiva más estable. La clave para descubrir la felicidad es estar atentos a los dulces momentos de la vida —pequeños y grandes— y asimilarlos. El intercambio de sonrisas con un extraño, la sensación de satisfacción luego de un trabajo bien hecho, el gesto amistoso de ceder el asiento a un desconocido. Seamos conscientes de estos breves momentos de felicidad y disfrutémoslos. El identificar y disfrutar de las alegrías más simples de la vida nos permitirá descubrir más de estos momentos en todas partes.
«La verdadera felicidad siempre está disponible, incluso en momentos difíciles». – Kelle Walsh
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2) Descubre tu propósito
En otra oportunidad, ya hemos hablado de la importancia para descubrir el propósito de nuestra vida. Involucrarnos en algo que no forme parte de nuestra rutina diaria nos ayuda a que nuestra existencia tenga más significado. Responder estas tres preguntas todos los días nos ayudarán a salir de la rutina y descubrir el propósito que nos mueve:
- ¿Qué me importa más allá de mí mismo?
- ¿Qué pequeña acción puedo tomar hoy que esté alineada con esta creencia?
- ¿Cómo afectarán mis acciones al mundo en el largo plazo?
Luego, convierte las respuesta a estas preguntas en acciones. Por ejemplo, si valoras el tiempo con tu familia, pareja o hijos, deja de lado tu teléfono celular mientras estén en la mesa y entablen una conversación. Si eres una persona creativa, comprométete a recibir inspiración visitando un museo, leyendo y, obviamente, destinando tiempo suficiente para dar rienda suelta a tu proceso creativo.
«Solo la ilusión del tiempo separa a la felicidad de la infelicidad que, de hecho, son una misma cosa». – Eckhart Tolle
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3) Sé generoso, es contagioso
No hay experiencia más enriquecedora que dar. La generosidad es la base de la compasión que, a su vez, tiene un impacto directo en el bienestar. La generosidad es generadora: cuanto más la practicamos, mejor nos sentimos y es más fácil que volvamos a ser generosos. Los actos de generosidad motivan a las otras personas a actuar con amabilidad. Intenta sonreírle a un extraño, dile a un amigo que lo aprecias, saluda y despídete cuando entres y salgas de un ascensor, cede el paso a los peatones cuando conduces tu auto.
Poniendo en práctica estos tres pasos iremos haciendo importantes contribuciones a nuestra «cuenta bancaria» de la felicidad. Conforme esta cuenta vaya llenándose de depósitos, nosotros lo notaremos, y los demás también.
Juan Francisco Bolaños
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Referencias:
- Bolaños, Juan. (2018). La severa tiranía del pensamiento positivo. Quito, Ecuador: Steemit.com. http://bit.ly/2NPCYsV
- Frankl, Viktor. (2015). El hombre en busca de sentido. Barcelona, España: Herder Editorial, S.L.
- Walsh, Kelle. (2018). Boost Happiness in Three Steps. New York, NY, USA: Mindful.org. http://bit.ly/2Ns0lbY
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