Después de una larga ausencia por este medio quiero mostrarles un abre boca del último proyecto en el que me he encaminado.
Ya no recuerdo en qué madrugada con exactitud comencé. De un momento a otro decidí -sin pensarlo mucho- hacerle intervenciones digitales a mis fotografías utilizando un elemento que aparentemente nada tiene que ver con ellas: las cartas del tarot. La motivación partió desde lo irracional, o sea, no había una explicación detrás de la primera imagen que hice (El colgado, el echado y el erguido sobre un pino), mi mente quería jugar y le di la oportunidad de hacerlo, independientemente de lo ocupado que estaba y estoy.
Nació la primera criatura, le pregunté por su nombre, pero no supo pronunciarlo.
El colgado, el echado y el erguido sobre un pino
© Silvio Loreto, 2018
Volví a trabajar con otra de las cartas que había escaneado (El sol de Los Venados), esta me invitaba a unirla con un paisaje con notable profundidad, pensé en Los Venados. Sin embargo, esta segunda criatura tampoco supo pronunciar las letras que conformaban su nombre.
El sol de Los Venados
© Silvio Loreto, 2018
Con Los amantes y el accidente con el árbol de cotoperí fue diferente, poder identificar a Adán y Eva compartiendo en el Edén me dieron pie para la estructuración formal de un universo que para mí tiene sentido (cosa que sus dos hermanos mayores, composiciones que le anteceden, no lograron). En ese momento me tomé con mayor seriedad el proyecto, me había topado con las posibilidades de trascender al juego mezclando la realidad (congelada) con elementos que forman parte del imaginario supersticioso que caracteriza al latinoamericano, con la posibilidad de seguir escarbando en el por qué de las mismas.
Fue imposible no pensar en el árbol roto de cotoperí que está en un terreno abandonado de mi familia para el entorno que envolvería a estos personajes bíblicos. No hace falta la representación del reptil corruptor, el pecado ya está hecho, la gran rama está rota.
Los amantes y el accidente con el árbol de cotoperí
© Silvio Loreto, 2018
Por último, les dejo a El tonto jugando entre las rocas, obra que particularmente me mueve ya que la siento como un espejo en el que puedo ver una parte de mi ser. Cuando me aventuro en mi imaginación siento que me tambaleo entre unas rocas, guardando el equilibro ante la fuerza desconocida de un oleaje que no moja, pero si arrastra. Luego regreso a la cotidianidad, al malecón en donde la mayor parte del paisaje es de concreto y donde se pierde el encuentro constante con la criatura (al menos así lo siento).
El tonto jugando entre las rocas
© Silvio Loreto, 2018
Planeo llevar esta idea (de una manera interactiva y didáctica) a un medio manual que sirva para explicar tres teorías de cine: La teoría del autor, el tercer cine y los géneros cinematográficos. No me resulta fácil hacer estas conexiones, en especial cuando no he terminado de conocer las unidades de la materia que me exige este ejercicio de creación de contenido didáctico, pero enlazar estos cuatro elementos (la composición digital y las tres teorías antes mencionadas) se trata de un reto mental que se hace muy difícil de rechazar.
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