Reflexivo, ante la vida, ante la posibilidad de la muerte, de mi fin y también del tuyo. No te creas que tú te vas a salvar, no tienes forma de huir.
Huir a otro lugar, a otro espacio y tiempo. Esa es mi prioridad. Dejar atrás este mundo infectado por vuestra basura, por vuestros excrementos, por vuestros asquerosos hijos herederos del imperio del odio y la destrucción.
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Destrucción de mis recuerdos contigo, olvidados están en una pequeña parte de mi mente perturbada. Ahí prefiero dejarlos por siempre, como un leve aliento de lo que fue, de lo que pudo ser y de lo que nunca volverá, a ser.
Ser triste, amargado, gordo, cansado, envejecido prematuramente por su falta de inquietudes, por su falta de ganas de vivir, de sentir y de amar. Convertido en sólo una máquina de dormir y engullir.
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Engullir hasta la autodestrucción, egoísta y absurda forma de morir. Sobrealimentado hasta la saciedad, obeso en un mundo que muere de hambre por el mal reparto de los alimentos, no por la falta de los mismos.
Los mismos, siempre son los mismos, siempre acabamos hablando de ellos, los miserables, los cobardes, los abusadores. Un número impensable de años después todo sigue igual, permanece estático, no cambia, se transforma o muta, pero tampoco se destruye.
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Para leer más:
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Reflexiones desgarradoras III
Reflexiones desgarradoras IV
Reflexiones desgarradoras V
Reflexiones desgarradoras VI
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Reflexiones desgarradoras IX
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Reflexiones desgarradoras XI
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